Come Out, Stay Out (en Español)
Lina M. Sanchez B.
27 de junio de 1970, San Francisco, California, 30 personas.
30 de junio de 1979, Berlín, Alemania, 450 personas.
28 de junio de 1982 Bogotá, Colombia, 32 personas.
“¡Salgamos!”: Salgamos a las calles, salgamos del armario, salgamos a abogar por nuestros derechos y salgamos a recordar las demasiadas víctimas que ha dejado la homofobia. He tenido la oportunidad de ser partícipe de las marchas en Bogotá, Berlín y San Francisco. Estas palabras son apenas un fragmento de lo que fui testigo.
Desde los balcones y las ventanas de los edificios, las personas celebran, ondean banderas multicolor y se dan besos presurosos desde la conveniencia de las alturas. Los caminantes dejan sus vehículos de transporte habituales para transitar con el vehículo de la vida. De las tres marchas brota un mismo repiquetear libertario y una misma alegría vital.El tumulto es un organismo que nos acompaña, que se acompaña a sí mismo. En los rincones de las calles se hacen fiestas pasajeras y shows breves. Madres que apoyan a sus hijos exhiben carteles. El fuego fatuo de los más viejos arde.
La vibra
Nos juntamos para mostrarnos, no sólo como individuos, sino también como colectivo. Nos juntamos para mostrar el cuerpo, para exhibirnos y para vernos.
Las escenas son una extensión hiperbólica de lo que ya sucede los demás días en cada ciudad. En Berlín, durante el CSD las calles son de la gente y para ella. En Bogotá, la marcha termina en la Plaza de Bolívar: circundada por los edificios burocráticos más importantes del país, siempre ha sido el punto de encuentro de las manifestaciones de lucha social. Tanto la desnudez juguetona que se exhibe en San Francisco como la desnudez irreverente de Berlín sería impensable en Bogotá. En Berlín está el naturalismo alemán FKK, el BDSM, los fetiches, la cerveza de medio litro y la música electrónica.
Para sentir orgullo hay que dejar de sentir vergüenza. Y no hay mejor lugar para sentirse orgulloso que en medio de una multitud que celebra aquello de lo que alguna vez nos avergonzamos. Estos espacios tumultuosos son también una oportunidad para enunciarse desde otras identidades. En las tres ciudades, tan cosmopolitas, hay una búsqueda consciente por recordar y visibilizar el lugar de origen diverso de los asistentes.
En San Francisco, se siente una alegría desbordante, tan cálida y reconfortante como la luz de la tarde. Y aquella brota de un orgullo muy particular: SF es la ciudad estandarte del movimiento LGBTIQ+ desde la mitad del siglo XX. En el aire, pulula el orgullo y el legado de una ciudad que ha vivido para celebrar este momento.
La gente
Con el tiempo, los espacios de la marcha ya se sienten estrechos. Es hora de que escuchemos las voces de aquellos quienes han sido oprimidos interseccionalmente: las voces trans, neurodivergentes, racializados, migrantes. Un hombre blanco y adinerado, incluso homosexual, es incapaz de representar tanto. Aún así, hay que decir que las personas blancas y queer también forman parte de esa unión que buscamos.
En San Francisco, una miríada de compañías se adueñan del espacio público hasta con carrozas. Es un espectáculo descorazonador, desagradable. En Berlín, los nudistas envejecen y a las compañías también les ha parecido fabuloso promocionar los productos que ahora tienen una versión más cara con la banderita gay. La mercantilización es rampante.
En la Bogotá de hace apenas una semana, una incipiente estación de radio que ya nadie escucha puso un stand y sintonizó música. Alrededor olía precariamente a Axe, ese desodorante-perfume que marea. Me asusta pensar en que es sólo cuestión de tiempo para que el lugar de la lucha y la celebración se convierta en un centro comercial ambulante.
Orgullo colectivo
Hay mucho que se puede aprender y replicar de las marchas de cada ciudad: la visibilización de la multiculturalidad, la irreverencia, la toma de las calles.
La lucha diversa, si ha de ser lucha, tendrá que ser anticapitalista. Tendrá que ser ferminista y antirracista y tendrá que abogar por el desmantelamiento total de las desigualdades y la inequidad a nivel global. Quizás entonces no sólo celebremos el orgullo de ser quienes somos. Quizás entonces podamos estar orgullosos de haber creado un espacio en el que todos puedan ser en justicia y libertad.